
Ese hijo de perra estaba frente a mí y lo primero que hice fue darle un golpe en la cara. Error mío, porque inmediatamente lo bloqueó y después me sojuzgó sobre el suelo. Parecía sorprendido por mi reacción.
—Calma, idiota, no quiero hacerte daño.
Sudaba mucho, a chorros. Sentía la boca seca. Miré hacia mis lados y, qué fortuna, ahí estaba Dessie, respirando, pero todavía inconsciente. Quise zafarme y no pude. Ya no sentía el acongojante dolor en mi brazo; o bueno, era otro tipo de dolor, aquel en que alguien se aferra a que no puedas moverte y de ahí esas punzadas que te obligan a tomar la calma.
—Déjame, desgraciado —le dije.
—No sé quién seas, ni qué haya pasado, solo te digo que si no cooperas tendré que neutralizarte.
No tenía otra opción que cooperar, por el momento.
—¿Vas a calmarte o seguirás actuando como un perro rabioso?
Su voz. Apenas la conocía y ya la odiaba.
—Di algo, maldita sea.
Su seriedad al respecto me hacía pensar diferente. Aquel no era el mismo que conocí, lo pude ver en su mirada y en su tono de voz.
—Está bien. Está bien.
—Bueno, no hagas nada drástico, que no estoy de humor.
Contuve mis ansias de seguir peleando y me relajé. Me dejó en el suelo, él se quedó parado. Me recompuse, froté mi brazo. Me sentía impotente porque yo no era bueno para el combate y si mantenía mi postura rebelde, no saldría ileso. O peor, con un brazo roto.
—Yo no te reconozco de entre la tripulación, o lo de lo que queda de ella. De seguro nada. Nadie… Nadie quedó bien después del impacto.
—¿De qué hablas? Esa historia ya nos la contaste —lo dije con hostilidad.
—¿Qué? No, no lo creo. Yo… —se tocó el cuello—, siento como si un fantasma me ahorcara. Algo me consterna y me siento más incómodo al ver a esa militar y a ti. Dime quiénes son y qué hacen aquí.
No podía creer lo que escuchaba, era como si no nos hubiera visto antes. Sentí que me estaba engañando, pero, de nuevo, en sus ojos y cara fea había cierta inocencia que no dejaría ver en otros casos. No era él; o sí era, pero… Realmente ese personaje que tenía frente a mí estaba confundido y necesitaba respuestas en la prontitud.
—¿Acaso no recuerdas nada? Nosotros te bajamos, estabas… O deberías estar muerto, sin embargo, viviste.
—¿Muerto…? Sí… Esa sensación…
Temblaba. Cerró sus ojos y trató de contener el terror.
—Maldita sea —suspiró.
No dijo más. Miró a sus alrededores. No parecía confiar en nada de lo que veía.
—Usted es… ¿El capitán Yūsha Kah?
—Sí. Y tú me debes una respuesta.
Y se la dije.
—Yo… —pronuncié mi falso nombre— y ella es Desire, Desire Logray. Corporal de la Confederación.
—¿Confederación? Oh, compatriotas. O eso parece.
—Me da igual si no confía en lo que digo.
—No, no lo hago, pero es mejor que nada. De hecho, no confío en nada de lo que está pasando.
De pronto, Logray comenzó a tomar consciencia.
—Qué… Dónde… ¿Qué pasó…?
—Esa mujer despertó. Que no ose hacer la misma estupidez que tú, no pienso tener dos en mi contra.
—No, espera, déjame…
Me soltó.
Me fui con ella y la abracé. La creí perdida. Creí perdido todo. No deberíamos estar como estamos. Todo parecía estar como antes de que todo se volviera un infierno. Ahora todo era silente, orgánicamente silente.
—¿Por qué?, ¿por qué me abrazas? —preguntó ella genuinamente sorprendida.
—No deberíamos estar…
Y la revisé, en varias partes de su cuerpo.
Habían moretones aquí y allá, en partes específicas que yo recordaba, pero no tan intensas; su pantalón estaba mojado, sin embargo, no parecía estar roto, ni nada.
—Eh, creo que no tengo tantas fuerzas para que me toques y… Ya sabes —quiso bromear. No pude recibir bien su broma. Estaba muy preocupado—. Eh, eh, qué haces… Yo… ¿Maiden?, ¿dónde está?
—Él ya no está aquí, o no lo veo cerca. ¿No pasó con…?
—¿Con qué?
Gaiden estaba muy atento a lo que hacíamos. Parecía que esperaba a que nosotros reveláramos todo con nuestro histrionismo.
—Con.. el… bebé.
—¿Qué bebé?, ¿qué dices? Yo no… ¿Te conté? Eso fue hace mucho —seguí tocándola, moviéndola de un costado a otro— ¡Qué te pasa, déjame!
Y por primera vez la vi enojada porque tenía contacto físico con ella. Otrora hasta me hubiera besado.
—¿De qué hablas, loco?
Mi quijada tembló. No sé por qué me dolía decirlo de esa manera.
—Nuestro bebé.
Se quedó con la boca abierta, e igual lo hizo el capitán.
—En verdad sí que estás loco.
—¿Qué dices? —se alejó de mí y levantada siguió— Digo, yo con gusto hubiera follado contigo, ¿pero tener hijos? No, no, estás loco. Además, cómo… En tan poco tiempo… Sabes qué, estás loco, y punto final. Y usted, capitán, yo…
Ella tampoco parecía recordar mucho de lo sucedido. Nadie más que yo en tener un recuerdo total. ¿Habría sido una pesadilla? No, yo también tenía heridas. Algo pasó, no obstante, de un modo diferente que todavía no entendía.
—Desire, yo sé que sueno como un loco, pero, ¿tú tampoco recuerdas nada?, ¿nada, nada?
Intenté ser lo más sincero posible.
El capitán ya no estaba con nosotros, vi que analizaba el estado de la computadora central y movía los paneles con cierta preocupación.
—No sé de lo que hablas y ahorita no me interesa. Quiero saber dónde están Ebbie y Eddie y me den las estadísticas de la nave, o alguna grabación de lo sucedido. Algo no me convence de lo que está pasando en estos momentos.
—Dessie, Eddie… Está terminado. Totalmente.
—¿Cómo sabes?
—Ebbie nos lo dijo. De hecho, ella debería estar aquí con nosotros y…
La robot entró en escena, silenciosa.
Desire gritó de júbilo.
—Pequeña máquina bendita, qué alegría tener aquí. ¿Nos puedes conectar con la Line 13 de inmediato?
La robot no respondió. Se quedó entre nosotros, ausente.
—Ebbie, es una orden.
Nada.
—Qué le pasa a esta máquina… La veo intacta.
Me lo temía. También quedó afectada de alguna manera.
—Dessie, déjala… Tal vez ya nomás esté en sus funciones automáticas.
—Déjame en paz, ¿quieres? A ver si…
La palpó, la miró; un holograma salió de ella y nos dijo lo que se esperaba: había una mal funcionamiento y solo operaba con sus sistemas básicos, y tenía que ser reparada por alguien de la fábrica que la construyó.
—Mierda, tenías razón. ¿Qué está pasando?
—Dessie, ¿la verdad? No lo sé. Quizás estoy loco. Pero mi mente recuerda cosas horribles, cosas que ojalá no hayan sido ciertas.
—¡Nos lleva la jodida! —gritó el capitán— Había una cápsula de escape secreta y fue utilizada. Ya ni puedo enviar una baliza de auxilio hacia el espacio para ver si alguien nos rescata en las cercanías. ¿Alguien sabe qué fecha es? Esta cosa está igual de loca que ustedes.
—328, D.G., estándar.
Me miró obnubilado.
—Eso es un año después del… Bueno. Pues no. Esta cosa dice… 342, D.G., o… No. No. ¿Es cierto esto o no? Por un momento parece funcionar bien y luego…
—Capitán, mire, muchas cosas han pasado y lo mejor es que intentemos conectar con la Line 13 o por lo menos ir a enfermería…
—Cállate. Las comunicaciones están averiadas. Por fortuna esta preciosura puede moverse lenta pero segura y llegar al Puerto 114 de la segunda Luna de Terra Ghast. Tardaríamos, tal vez, dos años.
—No puede ser, tenemos que hacer contacto de alguna manera. Freddie debería de… ¿Dónde está Freddie y los demás?
—Logray, no sé —mentí—, pero podemos buscar alguien entre los pasillos y habitaciones.
—Eso les tomará semanas, aun con la ayuda del robot de servicio. Háganlo si quieren, yo recuerdo que todo está hecho mierda y la bodega de la comida está completamente sellada por la puta roca que llevó al carajo todo. Ni el plantario se salvó. Tendremos que racionar los víveres que encontremos y pasar meses en criogenia. Nada pudiera estar peor.
Y sí, yo pensé que todo podría estar peor, porque así era. Esa pesadilla profética que experimentamos… Sería el colmo que indicara un apocalipsis cósmico. No quise hablar al respecto, porque no estaba en condiciones de hacerlo. Demasiado ominoso.
—¿Es seguro ir a ese puerto, capitán? —le pregunté.
Me miró fijamente y habló con pausa marcada en las siguientes palabras que dijo.
—Muchacho. Ningún rincón en la oscuridad del espacio es seguro.
Universo expandido de Silencio en la oscuridad de Odragde.
Reblogueó esto en Chancla Azteca.
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
Me gustaLe gusta a 1 persona