El ruido está en nosotros: Parte 4

 

Una sirena, mucho ruido. Mis labios temblaban, gotas saladas pasaban por mi piel trémula. Si los espacios de un lugar pudieran ser enemigos vivos, acechándote de esquina a esquina, buscando tus peores suertes, en esta Walkyria todo parecía hostil, augurando mortíferos presagios en un templete de acero y hierro con una luz rojiza de tonos oscuros.

Gemidos, gritos, alaridos, todas las bestias del infierno iban en nuestra contra y un demente nos bramaba incoherencias a través las bocinas de la nave.

¡Han despertado al ruido! ¡El ruido de los dioses! Es la ira de la contra-materia, la suma de todo lo creado, enemiga de las ideas, del cosmos…

Maiden parecía un pastor apocalíptico, de esos que nunca pasan de moda y siempre meten miedos irracionales al subconsciente de sus domesticados feligreses. Una especie de materia invisible se podía respirar en el aire, era pesada e incongruente a nuestros pulmones, y tenía un hedor a un hálito maloliente, de un muerto que habla de su muerte, y que de la muerte vendrá más muerte.

Ven, ven, en todos los rincones los quieren hechos mierda cósmica, mierda pestilente, mierda humana. ¡Y les dije! ¡Les dije que no les hicieran daño! Parecen idiotas. Humanos. Lo son, lo son. Ahora ya no puedo ayudarlos… Pero hacen que el jueguito sea más interesante, sí.

No podía creer que fuera escarmentado con ese inconcebible suplicio, prácticamente una persecución mortal de seres traídos de ultratumba, o de un universo grotesco y demencial. No estábamos muy lejos de llegar a nuestra meta, pero, teníamos unos inconvenientes: Dessie cada vez podía caminar menos, y esas malditas cosas se acumulaban cada vez más y más.

Ella de repente paró, sujetó mi brazo y yo la jalé para seguir corriendo.

—Detente.

No hice caso y seguí con lo mío, naturalmente desesperado.

—¡Detente!

Me detuve por fin y miré a Desire atentamente. No me había fijado que tenía algunas heridas, pero pensaba que nomás eran simples cárdenlas que se generaron entre el barullo lúgubre que nos estaba cazando. ¿De dónde habrán provenido esas heridas?, pensé.

—Tengo que descansar…

—Pero esas cosas, se acercan…

—No importa. Para la pelea estoy preparada. Ay…

No tenía nada con qué defenderme. Mis manos no eran suficientes. Por fortuna, vi que en el cuerpo de un ex tripulante de la nave colgaba en su mandíbula descuartizada un martillo; la pared de metal alrededor de él parecía incompleta, por lo que posiblemente estuvo arreglado algo de los circuitos que estaban evidentemente averiados. De cómo llegó a terminar de esa tan grotesca… Supuse que así mucho como él finalizaron sus vidas, o alguien lo hizo por ellos. Tomé el martillo, y era eléctrico, lo cual podría ser una buena arma para el momento. Agradecí al destino, aun cuando la balanza estuviera en nuestra contra. Si moriría, tendría que ser con una buena batalla de por medio.

Suspiré.

—Yo no sé pelear, pero si no me queda de otra…

—Calla y encárgate de los que sea que se acerque a mí… Cuando recobre el aliento… Nos vamos.

Todo esto pasó en cuestión de segundos.

Y Desire disparó a cada deformidad que se nos acercaba, dejando varios cuerpos en el suelo, exánimes; sin embargo, y aun con ayuda de la ahora silenciosa Ebbie, tuve que usar el martillo contra los que se nos aproximaban; cayeron otros más, y ayudé lo suficiente para que Dessie tomara fuerzas y, aun con mordidas y golpes, me zarandeó y ordenó que prosiguiéramos.

Nuestra retirada no fue tan fácil, porque seguían viniendo más y yo pensaba que ahí moriríamos. Moriríamos.

Caí en pánico.

 

No sé, no recuerdo cuándo y cómo llegamos a la antesala.

Dessie me dio una bofetada y recobré los sentidos. Estaba absorto entre las terribles cosas que habíamos visto y mi cara estaba llena de sangre maloliente.

—Pendejo, ya… Ya no estamos en peligro.

Cuando volví a mis sentidos, recordé que la enorme compuerta se cerró de improviso, llevándose una cabeza y algunas extremidades de esas bestias. Las miré y todavía se movían.

—¿Estás… segura de eso?

—Diablos, no. Pero por lo pronto no veo que salgan más de esas cosas. Oye, como soldado te faltaría un largo entrenamiento. Igual te agradezco que usaras ese martillo, yo creí que sería la ocurrencia de alguien perdido en la desesperación, y aquí estamos. Hiciste bien.

—Eh, gracias. Y de nada —dije, un poco apenado.

Miró su pistola.

—De suerte todavía me quedan unos cuantos disparos… Espero no utilizarlos pronto —se acongojó y apretó fuertemente su vientre— Ay…

—¿Qué pasa?

—Me dio un espasmo horrible… Quiere salir algo, abrir mi estómago, o no sé…

Era menester comunicarnos con la Line 13 y zurrar a ese de Elfdred Maiden. Miré a Ebbie y ella ya nos estaba esperando para entrar a la base de control. Qué raro. Aquella sensibilidad artificial desapareció de su funcionamiento. Había cambiado mucho su personalidad, volviéndola escueta y toda una autómata.

Una robot, al fin.

—¿Puedes seguir caminando?

—Sí, sí, no te preocupes… Ese maniático de Elfdred nos espera, y si en verdad está tan demente como sonaba, le volaré los sesos.

No parecía tan mala idea si en el dilema las cosas llegaran tan lejos, sin embargo, tuve que disuadirla para que no cometiera un improperio en lo inmediato.

—Sí, bueno, tal vez sea necesario, pero primero hay que hablar con él, o zarandearlo un poco…

—Obviamente eso tiene que pasar, no puedo matar a un superior a menos que mi chip integrado autorice lo contrario.

—Oh, bueno, yo no tengo eso.

—Yo sí y la verdad es que apesta. Más de una vez quise romperles la cara a varios hijos de puta, pero no podía porque mi rango era inferior al de ellos. Cosas que la Confederación hace en ti para mantener el control. Apesta.

—Entiendo. Si no, la mitad del ejército se perdería.

—Sí, y puede que no sea tan mala idea. Anda, vamos… Creo que lo más difícil ya pasó.

Oh, no, vaya que no. Me sorprendió que llegara a esa conclusión tan rápido.

—Bueno, lo que digas. Pero síguete apoyando en mí…

—No, es corto el tramo, así que no va a ser necesario… Vamos.

De pronto escuchamos gemidos y sonidos extraños.

—¿Escuchas eso…? —le pregunté.

—Creo que sí. Apurémonos.

—Vale.

Caminamos unos cuantos metros más y nos paramos junto a la puerta que daba a la base de control. Tenía miedo. No hace poco había caído en pánico y temía volver a lo mismo. Desire esperaba a que abriera por mí mismo la compuerta, era la única que no se abría automáticamente.

Mi mano posó por un momento en el botón para abrir la puerta.

Gemidos. Rumores.

Vamos, pasen, no tengan miedo. Ya que echaron a perder mi jueguito, me sorprende que hayan sobrevivido y llegar hasta acá. Tienen agallas, tengo que decirlo. Vamos, entren, maldita sea.  Ya empezó la película,

Creí que estaba teniendo problemas que sobrepasan la cuarta pared e hice caso omiso a otra de sus incoherencias. Tomé la mano de Dessie, la miré, me sonrió, me mostró su arma para subir la moral.

Y entramos.

 

La compuerta se abrió de par en par. Un humo fétido entró por mis fosas nasales y me dieron náuseas. La luz, era violenta como todo el entorno.

Habíamos llegado.

Pero vi varias diferencias en el lugar. ¿Acaso estábamos en la misma Walkyria? Tenía mis dudas, pero no pude pensar mucho, porque tenía en frente al desquiciado de Elfdred Maiden, que estaba mirando a una gran pantalla para las telecomunicaciones.

Era extraño. No podía ver bien la imagen, pero los gemidos me eran tan familiares…

Hasta que vi besándome con Dessie; no, parecía que quería comérmela. Ella gustosa aceptaba todo mi salvajismo, abierta a mi brutalidad; yo era carne ansiosa que quería tenerla toda a ella y no dejar escapar una pieza de su cuerpo. Era yo y no era yo.

Tanto Logray como yo estábamos impactados, nos vimos por un momento y luego pasamos de nuevo a la pantalla.

—¿Qué es eso, Elfdred? —le grité y él se rio.

—Lo que es. Placeres de la vida.

Desire, desde la pantalla, bajó mis pantalones y me hizo un felatio voraz; parecía que saboreaba de su comida favorita; y mi cara, no, no era de exactamente de placer. Estaba furioso. La saliva de ella caía como si no pudiera controlarla y mi pene era más grande de lo normal.

—Maiden, detén eso. No está bien. No entiendo qué estás haciendo…

—Ya entenderás —dijo.

La agarré agresivamente de sus mejillas, apretándolas contra sus dientes, y la desvestí toda. La magullé, la mordí, le hice cosas inimaginables. Algo me aferraba en el lugar y no podía moverme o reaccionar de cualquier manera. Tal vez estaba totalmente perplejo. Solo podía llorar y ella también lo hizo. Me dolía ver eso que estaba pasando, deseando que hubiera sido pura ficción.

Cuando la penetré lo hice como un animal y jalé su cabello como si la odiara. Yo era un verdugo y ella una prisionera que amaba ser castigada.

—¡Deténlo!

Iba a ir junto a Elfdred, pero me percaté que Dessie no aguantaba el dolor en su vientre y gritaba, casi al unísono que su doble en la pantalla.

—Dessie, Dessie…

—Duele… ¡Duele mucho…!

Ahí vi que algo se revolvía en su abdomen y parecía querer salir con urgencia. ¿Eran pequeñas manos?, ¿pies? No sabía qué hacer con tan vertiginoso suceso.

Y me escuché agonizar.

Me estaba viniendo dentro de Desire Logray y mi semen corría de adentro hacia afuera. Era surreal. El clip acabó en el momento en que mis ojos, infundados de un carmesí infernal, veían hacia abajo, con furia, a Dessie.

Maiden estaba aplaudiendo.

—¡Espléndido, espléndido!

Volteó hacia nosotros y vi que en su comisura salía una baba verde. No parecía él, sino un lunático. Y lo odiaba con todo mi ser.

—Eso es vivir con toda honestidad. Oh, parece que no recuerdan bien los sucesos, por lo que veo en sus caras.

—Maldito lunático… Lo quiero matar… —dijo Dessie antes de volver con su dolor.

—Y también veo, con gran gozo, que Él nacerá pronto —veía atentamente a Desire.

Sospechaba a lo que se refería, no obstante, ya sintiéndome más libre del hechizo, tomé la decisión de atacarlo con mi martillo. El primer golpe le dio un electrochoque que debió neutralizarlo al instante, sin embargo, él seguía parado, viendo a Dessie. Lo golpee de nuevo, ahora en la cara, y ninguna molestia de su parte. Había sangre y tal vez huesos rotos.

Quise golpearlo otra vez, pero detuvo mi martillo y luego giró mi brazo con él, casi rompiéndolo.

—El dolor es una disfuncionalidad genética que los humanos tienen. Afortunadamente, después de mi bautizo, ya no padezco esa enfermedad.

—Maldito desgraciado.

Me torturó un poco torciendo mi brazo, y rio con placer demencial.

—No, ni tú, ni ella se convirtieron por completo. Son sujetos fallidos. Qué pena me dan.

Tomó mi martillo y lo tiró a uno de los paneles, que de seguro se dañó. No perdí tiempo y como pude lo patee y le asesté tres golpes en la cara; su respuesta fue empujarme muy fuerte, con una fuerza sobrehumana, y yo salí expulsado, cayendo cerca de Desire.

Un alarido agonizante provino de ella, y vi cómo cayó, casi inconsciente.

—¡Ya, ya casi…! —abrió sus brazos— El Mesh’Iagh está a punto de nacer. Bendito sea este momento.

¿A qué se refería?, ¿a eso que estaba dentro de Dessie? Yo… ¿Qué tuve que ver con esto?

—Gracias a su acto fueron partícipes de este evento tan esperado por incontables eones. Deberían sentir un honor inconmensurable por ser padre y madre del ser más poderoso entre los que somos de carne y hueso.

—Ya… No aguanto… —dijo Dessie.

Me acerqué a ella arrastrándome, que todo me dolía.

Tomé su mano y por un momento ella me sonrió. Me sentí aliviado, aunque sea por ese breve tiempo. María lo comprendería, porque, al final de cuentas, a ella nunca la olvidé y en Desire Logray la veía, como si estuviera conmigo.

—Gracias —me dijo antes de que cayera inconsciente. Sus piernas soltaron una fuente pestilente que parecía no tener fin. Yo, misteriosamente, sentí que no podía concentrarme y estaba cayendo en el mismo estado que ella. Me dolía todo.

—¡El momento ha llegado y el redentor ha nacido! Bienvenido sea, por siempre.

Escuché una voz extraña, madura, seca, hablando en un idioma que los humanos no podrían entender. No hablaba con nosotros, sino a otros que estaban ya muy lejos de aquí.

Elfdred se acercó y vi que tenía una tela extraña en sus brazos.

—Disculpen, tengo que arroparlo.

Por fin pude ver a esa criatura: pudiera ser humano, un pequeñito bebé perdido entre el cosmos; y de hecho, lo era, pero una horrenda marca en él decía otra cosa. Una presagio oscuro recaía en él y mis miedos refulgían intensamente dentro del sopor que me agotaba. Maiden tomó a aquel infante, con sumo respeto y cariño, y lo arropó con la tela.

Desire apenas respiraba.

—Es hora de transportarlo por la cápsula de envío, ahí se encontraría con el río oscuro del espacio y su destino será que lo encuentren unos viajeros y crezca entre los menores.

—Desire, Dessie…

Quise despertarla, pero no lo hizo.

Vi a Elfdred Maiden agachándose. Cuando se recompuso ya no tenía al bebé entre sus brazos.

—Que la oscuridad lo guía hasta encontrar el ruido en su silencio, Mesh’Iagh.

Me sentía desfallecer y un sentimiento nihilista avasalló a todo mi cuerpo. Ya no podía hacer nada, ya no quería hacer nada. Era una pesadilla abrumadora. Si de mí esto fue lo último en esta horrible historia, que así fuera. No pude contener una lágrima, pero, sonreí. Me dejé llevar. Recargué mi mejilla sobre el vientre de Desire Logray.

Lo último que pude ver fue a Elfdred Maiden, sonriéndonos, y parecía ser nuestro amigo después de todo; era como si sintiera ternura hacia nosotros, creo que hasta compasión. No, ese maldito… Lo que sea que fuera, todo lo que haya pasado, llegó a su fin y mi consciencia se iría con ello.

Me iba hacia una oscuridad serena y silenciosa.

 

Universo expandido de Silencio en la oscuridad de Odragde.

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