Diablito rojo

El diablito rojo me mira fijamente
con sus amarillos ojos y su blanca sonrisa.
El diablito rojo quiere hacer un trato conmigo:
guardarme un lugar en su morada
a cambio de tan sólo veintiún gramos de mi ser.
El diablito rojo se cree muy listo, 
el más listo de todos,
pero lo que no sabe este maliciosillo 
es que sus argucias no funcionarán conmigo.
Porque, aunque él es el padre de las mentiras,
las traiciones y todos los malos actos,
nosotros somos quienes los hemos padecido desde siempre.
El diablito rojo hace una rabieta
al saber que se irá con las manos vacías;
grita, amenaza y hace temblar la tierra.
El diablito rojo se retira triste
viendo fracasado su malévolo plan;
arrastra la pata de chivo y la de gallo apenas la planta en el suelo.
Ay, diablito rojo, haz de tu oficio otro,
el mal ya no es lo tuyo, 
porque es ahora de los mortales menester.
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