Verdugo

Están en un rincón,
desprendidas por una explosión.

Espíritus malintencionados,
alebrestando mi terror.

Tomo mi pistola, doy un clic,
y la caja está vacía, como mi vivir.

Tiro el trabajo porfío,
miro aquello que hizo todo este martirio…

Mis manos, estas manos,
cargan almas enclaustradas
que con mi arma he atrapado,
esperando a la siguiente
y su condena pronta.

Mis manos callosas y frías gritan
de prisioneros atormentados,
nunca salir podrán,
por pensamientos heterodoxos,
por querer vivir en libertad.

Fantasmas, fantasmas,
de mis manos emanan caras tenebrosas
llorando por lo que no vivieron,
invitadas a un eterno pesar
de clamores sin cesar.

Mis manos, mis callosas manos sangran
un manantial de muertes supurantes,
como si azufre que sufre fuera,
soñando con vapor ser y perderse,
pero en este cuarto siempre estar.

Perdidos en el espacio,
o en algún lugar perdido,
aquellos deseos revolucionarios
han quedado en el olvido,
en lo prohibido.

Cierro mis ojos,
veo pastos verdes,
e imagino mi vida,
sangrando felizmente
con los que murieron por mi ira.

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