
Las risitas me despertaron en aquella noche y me impidieron atrapar al dragón con mi barco turquesa volador; sus velas eran frondosas, de un marfil de los dioses, y su timón de obsidiana, que solo un capitán como yo podía guiar. Un repentino ventarrón llegó y las cosas en un rojo carmesí se esfumaron. Triste froté mis ojitos, esperando volver a aquel mundo de fantasía, pero en vez de eso vi que había personitas oscuras que volaban, danzando con alegría por su nueva travesura. Enojado me puse mis pantuflas, encendí la lámpara y la claridad alejó a las reptantes tinieblas del lugar. Mi cuarto estaba ordenado, limpio y bonito. Madre hizo lo suyo antes de que yo me durmiera. No me gustaba eso, porque yo tenía mi propio orden en el desorden.
Y escuché ruido afuera. Voces, gritos, lamentos. ¿Será que había invitados a estas horas de las sombras? Como sueño ya no tenía, ni mi barco volvería, pensaba que la mejor idea sería irme a husmear donde no debía, con las hadas oscuras siguiendo mis pasos. Le di un manotazo a una hadita cuando quiso apretar una de mis verrugas. Son muy groseras cuando no les das de comer.
Llevé a mi muñeco conmigo, que le faltaba uno de sus cuernos. Me advirtió que nada bueno vendría si algún día mis ojos posaran en lo prohibido. Le callé la boca porque me molestaba cuando hablaba mucho. Saliendo de mis aposentos, un olor a canela llegó hacia mí. Insólito y delicioso. Acompañado por el aroma caminé hacia la escalera, mientras más y más las voces se unían y se dejaban escuchar. Eran chillidos. No quise apresurarme, quizás y despertaba a algo o a alguien peligroso. Era contraindicado andar por los pasillos mientras todos los que son como yo dormían.
No sería la primera vez que rompía las reglas de mi madre.
Abajo, más abajo, un abismo de la incertidumbre me acogía. Y mi curiosidad creía. Pero mis piececitos dolían, y nunca se curarían. Desde que nací estaban raros, chuecos y feos. Pero podía caminar lo suficiente.
Después los olores fueron diversos, algunos ricos, otros horribles. Cerquita del laboratorio de mi madre, encontré a un gnomo guardián borracho e inconsciente. Apestaba mucho. Quizás ya estaba muerto. Tapé mi nariz. Seguí. La puerta para entrar era grande, no sabía si estaba cerrada o no, por eso la toqué con las puntitas de mis dedos y, ¡qué suerte la mía!, se movió sin esfuerzo. Como si fuera el destino y mis manitas sus campeones.
Ahí estaba mi madre, absorta en sus movimientos mecánicos, carcajeándose de lo que supuraba desde su caldera. Un bracito pequeño parecía querer escaparse y ella le dio un fuerte golpe con su cucharón. Algún hueso se quebró. La flama gris llamada Poctli se movía de aquí y allá, trayendo frascos de muchos colores que caían a ese gran recipiente de roca volcánica. Desde un espejo arriba podía ver a los niños, derritiéndose en su propia carne, todavía llorando por sus mamis, pidiendo piedad y vida o que ellos no se volverían a portar mal. Sí, no lo harían jamás.
Pero hubo algo que me aterró, una cosa que no pude olvidar. Eran dos diablillos que marcaban algo en la pared. Parecían recitar una plegaria horrible. Enfoqué bien con mis ojos y miré que era mi nombre. Me asusté tanto, que un sudor recorrió por mi espalda, tragué saliva seca, y cayó mi peluchito en el suelo. Para mi sorpresa él estaba sonriendo en un «Te dije». Corrí a trompicones hacia mi cuarto.
Antes pude ver a mi madre voltear, también sonriendo.
Ay, mis piecitos dolían mucho. Y el miedo no acababa, ni acabó. Mi nombre estaba ahí, no sabía por qué. Mi madre me ama, no me haría daño. Nunca. Llevamos mucho tiempo juntos, mucho, mucho, que yo ya debería ser adulto, con esposa e hijos; sin embargo, a pesar del tiempo que siempre me acosaba, seguía pareciendo un niño, no tan bonito como los que ella usa, pero igual era un niño; su niño.
Ahora escucho pasos y aleteos escamosos… ¿Será que ahora yo desapareceré como los otros? Ella me prometió que no, que yo era diferente, que yo era su hijo.
Muero de miedo.
Quiero imaginar un barco, bello y maravilloso, que surque por las nubes de un claro paraíso, viajando libre por el mundo, cazando a monstruos y dragones… Hasta por fin llegar al sol.
Reblogueó esto en Chancla Azteca.
Me gustaMe gusta
👍💛
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Gracias por la lectura! 🤗
Me gustaLe gusta a 1 persona