
Ya los vivos no son tan recurrentes. Supongo que se cansaron de mí. Rayos, ¿dónde estoy y para qué estoy aquí, acorralado entre sombras y madera vieja? Si hay algún Dios, le digo firmemente que se joda junto con todos sus poderes divinos.
Al diablo con todo eso.
¿Pienso, yo que soy ateo, en divinidades? Y por qué no. Estoy viviendo el horror. Una magia oscura me tiene atrapado. Soy el «Hombre Atrapado». Estas murallas invisibles son un cancerbero y yo su aprisionada alma en pena.
Vino un ex compañero del colegio que ahora es psicólogo. Me dijo que esto era todo aparente, irreal, y que debía de dejarlo ir. Al parecer no me creía que eso superaba mis habilidades físicas y que no todo estaba en la mente. Me sugirió leer unos libros. Los acepté. Por costumbre me cobró la consulta, por lo que le dije que recordara que estaba atrapado y que en esos momentos no generaba ningún tipo de capital. Nos reímos. Al rato se fue.
Miré la botella que me dejó Jesús. Bacanora con crema. Olía bien y sabía bien. A pesar de que había dejado la bebida hace unos meses, me reconcilié con ella y tomé algunos tragos. El calor que entraba en mí fue exquisito. Luego le preguntaré si tiene más, pero sin crema.
Con poco me sentí embriagado, torpe, sin embargo, contento. Me puse a leer y me sentí bien.
Demonios… Debo de rasurarme, tengo la barba muy larga. Nunca me la había dejado así. Qué descuido. Tampoco sabía que ya tenía canas.
Me sentía muy aburrido. Muy aburrido. Me rasuré y seguí sintiendo un vacío impertinente.
Termino esta grabación mientras me masturbo.
Quiero sentir algo.
Este día me desperté enojado porque soñé que estaba de viaje, cerca de una cascada imaginaria. Me estaba besando con alguien que en verdad no conocía. Estaba intoxicado por el placer y la gloria de ser libre.
El sonido de un búho me despertó. Lo odié. Mucho.
Bueno. Adiós.
Y váyanse al carajo. Por favor.
Día tal, de tal mes, bla-bla-bla, de tal año de mierda, bla-bla-bla. Me dejé la barba crecer de nuevo. Con tan solo verla me dan ganas de cerrar los ojos, querer dormir. Dormir todo el tiempo, todo el maldito tiempo.
Siento que el tiempo tiene su propia voz, su nombre. Es un tipo travieso que conmigo hace de las suyas.
Ah, sí, por cierto, un tal Dios me visitó ayer.
¿Ayer fue? Que me caiga un rayo, por favor.
Bueno. Qué importa.
De estos días realmente puedo rescatar que me trajeron más libros, una pequeña montaña de literatura clásica. Entre ellos los había usados, nuevos, algunos hechos casi polvo, casi todos de autores de S., y nada de R. o del chileno B., que tanto quiero. Es tanto el tiempo libre que me leí varios en cuestión de horas. Luego no recordaba nada.
Y me los volvía a leer.
No hace mucho traté de salir otra vez de la zona macabra. Así le llamo a este lugar. Y pasó lo mismo de siempre: acojonado, con vértigo, como si algo importante de mí se desvaneciera. La única diferencia es que, cuando volví a la cabaña, a los minutos me dio calentura y no comí por días… Por cierto, cada vez tengo menos apetito y mis necesidades biológicas han desaparecido por completo. No cagaba, no orinaba. Podía ser una bendición, pero no lo era. Hoy, en estos momentos, mientras me froto la barba, deseo con todos mis nervios, mis huesos, mis músculos, y todas y cada una de mis fibras, cagar como cualquier mamífero decente lo hace. He tenido que aceptar que eso es del pasado, de un yo que perdió su esencia humana.
Cuántos intentos he gastado para salir de este pequeño infierno. Tal vez nunca más pretenda hacerlo de nuevo. Han sido una serie de infructuosos actos de fuga.
Me leí a A., duré una semana para acabármelo.
Señoras y señores, ¿es que estoy en el mismísimo Limbo? He leído y releído varios librillos sobre este tema, aparte la D. de A., y no veo nada cómico en esta situación tan espantosa. Absurda. Estoy en una parte del mundo y a la vez en ninguna. Sinceramente dejó de ser sibilino este horrendo espacio que ahora me obligo a llamar hogar. Qué importa si estoy en medio de las estrellas o del pantano de una bruja, yo estoy aquí, aparte, desalojado, apócrifo de toda vida, de toda libertad.
Sibilino. Palabras nuevas que aprendo al leer más. Quizás es el único placer que todavía mantengo.
Veremos cuánto me dura.
Creo que estoy emocionado. Sí. O algo similar.
Con las nuevas memorias que me trajeron, tengo todavía mucho espacio para grabar mis disparates, así que contaré esto.
¿Qué era? Ah, ya me acordé. Sí… Sí… Ya no sé si llevo meses o años aquí, en la zona macabra. Pierdo, entre tantas cosas, la noción del maldito tiempo.
Esperen… Sí, años. Muchos años. Tengo que pedir otro calendario. Son escasos hoy en día.
Lo que les tengo que contar fue que, no hace mucho, recibí la visita de uno de los hermanos, pero no recuerdo cuál de los dos fue, y me dijo que tuve una hija. Rosa Alba tuvo una hija. Esa niña tendría ahora diez años. Han pasado tantos… Diez u ocho… Tiene más de cinco, eso sí. Por eso ya no sé si el tiempo pasa igual aquí. ¿Por qué? Porque no hace mucho me felicitaron por mis treinta y tres años, y luego me vienen que son cuarenta, luego otra vez se devuelven a los treintas. No he protestado, ni aseverado nada. Yo solo me ponía mi gorrito de fiesta, algunos lloraban, y soplaba la vela de un triste pastel con mi difuso nombre.
¿Alguna vez dije que me visitó Dios? Sí, Dios.
El Dios que es dios.
Cuando vino a visitarme, se presentó como Cristian. Tenía buen aspecto. Era moreno, un poco bajo, con barba larga, mejor tratada que la mía. ¡Y apareció como el mismo diablo…! De la nada, en medio de la neblina. Yo lo recibí y luego le ofrecí un poco de la leche caliente que me quedaba. Me dijo que no tomaba leche y le di agua, la cual aceptó. Puse un poco de bacanora a mi leche, le pregunté que si también quería licor, no obstante, me dijo que lo suyo era el vino. Bueno, como no tenía, tuvo que quedarse con su agua y yo tomando de mi leche con piquete.
Sentados en la mesa, lo primero que le pregunté fue que qué hacía aquí, en un lugar aburrido lleno de libros y fantasmas. Me respondió que venía de un lugar similar. Y nos reímos. Después la plática fue un poco larga, así que dramatizaré en breve. Vale. Le pregunté lo que más me consternaba:
—¿En verdad existes?
—No —me respondió.
Tuve un sueño interesante. Era algo así:
Aparecí sobre un lago con sus montañas bucólicas, ahí estaba Dios, otra vez; me sonrió melancólicamente, y se metió en la cabaña. La cabaña donde vivo. Pero no estábamos en donde mismo. Todo era bonito, vivo, colorido.
Yo me quedé afuera porque me dieron ganas de llorar. Lo hice, lloré mucho. Sentí que mi cuerpo se derretía, se volvía cera chamuscada y de un negro uniforme.
Cuando desperté estaba llorando. Tanto tiempo sin hacerlo. Ojalá después me acuerde de este momento.
Dejé de grabar lo grabado. Tomaré un descanso.
Un descanso de nada. Hasta que me harte de descansar.
Cada día que me veo en el espejo hay un barbón mirándome agresivamente, y éste quiere salir, escapar de su prisión de vapor. Ese que se parece a mí, habla y respira como yo. No hay arrugas nuevas. No hay canas nuevas. No hay nada nuevo en él. Ese hombre desesperado vio que la energía del generador parecía nunca acabarse. Una horrenda fuente infinita. Ese hombre se ha releído cada texto que tengo, incluso los de recetas de cocina, mínimo tres veces cada texto. Se desgañitó tomándose el pelo, quitándoselo a cachos. Todo lo tiene bien calculado, como yo, y ya no podía más. Puedo recitar poemas con él, completos y en varios tonos. Pero ya no podíamos más.
Nos hemos olvidado de nuestro nombre.
Todo este tiempo y… sin nada nuevo. El hastío de seguir existiendo.
Ya nadie nos visita. Ni Dios. No escuchamos el canto de los grillos, ni al ave extraña que antes nos visitaba. Nada… Nada.
Ah… A veces desearíamos discutir con alguien. Con Rosa Alba.
Rosa Alba.
Nomás a ella recuerdo.
Que me perdone por solo pensar en los pleitos que tuvimos. Mucho tiempo fueron mi alimento para sentirme vivo.
Cierro esta grabación y, si algún día volvemos a intentar nuestra escapatoria, espero que sea la última vez. Y ya.
¡He salido! ¡HE SALIDO!
A él lo dejé atrás. No parecía importarle mi huida.
Traspasaré las murallas invisibles. No, no quiero fanfarrias, no quiero nada, solo libertad. Voy a traer conmigo esta maldita grabadora. Ya es parte de mi cuerpo. Sí, grabaré todo esto. El logro más grande de todos.
Sí, sí, sí…
Ah… Ah…
Salgo, salgo.
Ahora salgo. Por fin salgo. No me importan las botas que olvidé, no pienso devolverme por ellas. Que se las quede él.
Voy afuera. Estoy afuera.
Estoy afuera.
Estoy afuera.
Ya… Ya… Cerca del límite…
Yo mismo pinté esa línea con mi propia sangre y tinta…
¡Sí! ¡Sí! No pasa nada… Nada.
Nada.
Ya no hay neblina. Ya no hay…
Quiero moverme, no puedo.
Ahí está. Ella. Cargando a la bebé.
Al otro lado del cristal.
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