
Diez inviernos congelado; más hielo que huesos, de ojos fríos y mortificados; pelos cobrizos antes oscuros, boca exigua de tanto que en profunda guardó silencio. Allá, una vez entrando la espina de la ambición, guerra se destapó como el trueno que avisa la tormenta, dejando calados los miembros de pobres terratenientes que se preocupaban de la leva de sus hijos; yo fui a matar como padre y mi vástago como hijo, ambos con crueles armas perdidos en la tundra para quitar influjo de vida a anónimos enemigos; sangre, sesos, vísceras en suelo níveo; los aliados a veces eran adversarios, y los adversarios eran mitos de un hechicero con corona; y saboreamos las mismas carnes, que de hambres pasamos por falta de destreza de nuestros líderes. Nos creímos vencedores de espejismos, vitoreando a fantasmas de ideales inverosímiles, sofocando nuestras penas con licores sin nombre y sus ardientes ataúdes prescritos. Mi’ijo y yo anduvimos en las peores escaramuzas, de golpe a golpe, de indolentes asesinatos que cargarían con nosotros hasta nuestros hogares. Los astros ya no brillaban con nosotros, ni a los dioses que profesábamos. Almas extraviadas entre témpanos y acero, fuego y el mismo infierno. Fortuna o infortunio, de la cegadora ultimada, de las penas terminadas, mi herencia murió cobardemente despedazada por una bola de fuego de un dios metálico y profano; falto de valentía, yo hui de las filas matonas y plañidero calé óbito al lado de un lago que presto existe para los que vida no desean. Mis piernas rancias, mi sangre putrefacta, pasaron por aquel agua filosa cortando lo que poco fuego tenía convenciéndome de un evangelio de fríos demonios obstinado, para pasarme a aquel mundo eterno donde el sufrimiento queda ausente, empero los ojos nunca dejarán de ver a la Muerte.
Wow
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