
—Stars and stripes… whores and pimps… lies and liars… money… Hell —en su agonía, el reverendo balbuceaba estas palabras una y otra vez, sin embargo, nadie entendía lo que quería decir. Claro que sabían el significado en inglés, mas ignoraban si simplemente se trataban de los desvaríos de un moribundo.
Los que conocían a Frank F. Fisher sabían muy bien que era un hombre con el poder de hacer predicciones, alguien que, a lo largo de su vida, había visto el futuro en muchas ocasiones y esas visiones siempre ocurrieron tal cual las describió. Como él mismo le decía a su congregación: «In my mind, there’s a myriad of eyes, and each eye sees a different point in the future. In all those futures, sooner or later, mankind is dragged to the eternal flames of hell».
Postrado en su habitación, el iluminado estaba acompañado por aquellos que pertenecían a su círculo cercano y que ahora rodeaban el lecho con miradas tristes y temerosas. Ciertamente, su muerte era inevitable, así como también lo serían las consecuencias. Una semana antes, Fisher había reunido a esas mismas ocho personas para informarles que pronto dejaría el mundo de los mortales, revelándoles también su último augurio. Lo que les dijo los horrorizó, porque según él, después de su partida, la humanidad conocería a sus salvadores, seres que expurgarían al mundo de toda la podredumbre que lo envolvía.
«¿Salvadores?», se preguntaron en ese momento e intentaron asimilar la magnitud de aquel hecho vaticinado; no importaba lo que fuera, ya no había marcha atrás y lo único que quedaba era esperar a que sucediera. Mientras sus discípulos pasaban los días cavilando, Frank se había encerrado en el templo a meditar y contemplar las estrellas; no volvieron a saber de él sino hasta esa mañana que, preocupados, se atrevieron a entrar a la fuerza. Cuando lo encontraron estaba tendido en el piso, con los brazos y las piernas extendidos, como imitando la forma de un pentáculo, y hablando cosas sin sentido. Lo sacaron de ahí y lo llevaron a sus aposentos en donde tenía ya varias horas en estado delirante.
Tiempo atrás, cuando aún era joven y vivía en los Estados Unidos, sus fatídicas premoniciones habían captado el interés de mucha gente, y de pronto comenzó a recibir una atención que no deseaba; no obstante, Fisher siempre se mantuvo al margen, evitando distraerse de su labor como predicador de la iglesia que presidía, The Church of the Shooting Star; pero, como siempre pasa en la Tierra de la Libertad, su don ameritaba ser explotado y monetizado. Así fue que los medios comenzaron a elevarlo a nivel de celebridad y montones se declararon sus fanáticos; le fueron ofrecidas cantidades exorbitantes de dinero a cambio de que hiciera predicciones para los millonarios, y adonde quiera que fuera, mujeres lo abordaban de manera sexual…; nunca cayó en ninguna de estas tentaciones. Sin embargo, hubo algo que no le fue posible evitar: que se hicieran públicos algunos de sus vaticinios. Fue en ese momento que el gobierno intervino. La visión que lo puso en la mira del poder político fue la que describía, hasta el mínimo detalle, el desplome de un avión militar en medio de la selva amazónica; este accidente destruyó cientos de hectáreas de bosque, pero lo que más impactó fue encontrar intacto el casco del piloto sobre el asiento de la cabina. En el primer acercamiento que tuvo con el gobierno, le ofrecieron trabajar para el F.B.I., alegando que serviría al bienestar de todo el pueblo americano. No aceptó y continuó como dirigente de su secta. Meses después, con la predicción del asesinato del presidente en plena Casa Blanca, consecuencia de que las fuerzas policiales martirizaran a un joven, fue tachado de ‘amenaza para la seguridad nacional’ e iniciaron su persecución. Frank Fisher tuvo que huir y refugiarse en otro país, uno muy lejano al pudiera entrar anónimamente y encontrar al fin algo de paz. Así fue como el reverendo Fisher llegó a Rusia.
Tras ocultarse por varios meses en un apartamento moscovita, y una vez que su rastro se enfrió, viajó a un pequeño pueblo en Siberia; en esa comunidad aislada fue que se estableció y construyó el edificio donde reiniciaría el culto a La Estrella Errante. No pasó mucho tiempo para que la gente de los alrededores comenzara a visitarlo y con ellos formó una nueva congregación. Pronto, más y más personas de las comunidades aledañas acudieron para unirse al culto, integrándose incluso algunos extranjeros. La iglesia volvió a prosperar, esta vez sin que interviniera ningún indeseable, y sus dotes florecieron de manera inimaginable. También sucedió que el Profeta de las Estrellas, como comenzaron a llamarlo, dio inicio, en secreto, al proceso para el desenlace de su verdadero propósito, internándose cada noche en la tundra para entrar en comunión con el cielo boreal…
El gélido viento siberiano azotaba las ventanas y la nieve se elevaba a casi un metro afuera del edificio. Súbitamente, el reverendo dejó de repetir las incoherencias que llevaba horas diciendo; abrió desmesuradamente los ojos, y las ocho personas que lo acompañaban en su agonía, lo miraron asustados, expectantes a lo que sucedería. Instantes después, su vista se posó en uno de ellos, el hombre que había pilotado el jet de combate que se estrelló, y lo llamó para que se acercara, quería decirle algo solo a él. Frank, su voz apenas un susurro, comenzó a hablar. Nadie más escuchó lo que decía, pero tan solo les bastó con ver la expresión de miedo en el rostro de aquel hombre; no les quedaba duda de que pronto llegaría el momento que tanto habían esperado. La cabeza de Frank cayó en la almohada y el otro sujeto se puso de pie rápidamente, indicándoles a los demás que lo ayudaran a llevarlo al templo.
En cuanto cruzaron las puertas lo colocaron en el centro del recinto; la iglesia era un lugar austero, tan solo contaba con bancas colocadas a modo de que formaban un círculo, y el símbolo de La Estrella Errante plasmado sobre vitrales y grabado sobre las paredes.
Los hombres se tomaron de las manos y esperaron en silencio; lo que sucedería nadie lo podía imaginar. Tras algunos minutos que fueron nada para el inmensurable universo, sin emitir sonido alguno, el cuerpo de Frank F. Fisher se tensó, su carne se estiró hasta su límite y luego comenzó a hincharse; pequeños orificios se abrieron en su piel emergiendo un ojo en cada uno de ellos, ojos inyectados en sangre que miraban (como juzgando) en todas direcciones. Con un grito nunca antes escuchado en este mundo, el ser que había sido el reverendo dejó de existir; en su lugar se levantó una criatura ajena a nuestra realidad, un ente más antiguo que la misma historia, enviado a vigilar a la humanidad con sus cientos de globos oculares, a presenciar y advertirles de los sucesos que los llevarían a su extinción.
Afuera, luces segadoras irrumpieron entre la oscuridad de la tormenta; la puerta del recinto estalló y la criatura salió desplazando su amorfa masa sobre decenas de pequeñas patas; los ocho hombres lo siguieron y miraron hacia el cielo, hacia las arcas provenientes del espacio que transportaban a los salvadores. Mientras observaban, la monstruosidad se detuvo y de sus múltiples pupilas salieron disparados rayos oscuros a cada una de las naves, haces de luces que contenían toda la información de los acontecimientos vividos y por vivir de los seres humanos. El heraldo de los Primigenios, porque realmente eso era (y fue) Frank F. Fisher, les entregaba los registros que había recabado de los últimos hijos del polvo estelar.
Así fallaba el más grande experimento desde que los Fundadores crearan vida en la galaxia; era hora de corregir el error y dar inicio al proceso de expurgación.
♥♥
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He disfrutado del relato, sobre todo, porque ahora que hemos vivido «casi» todo lo previsto en la ciencia ficcion, creo que es precisamente lo que se pregunta la gente «¿y ahora qué más puede ocurrir?» Por lo visto vuestra previsión es el horror y volver a los inicios. Me ha encantado, pero que no se haga realidad, por favor. Ja ja! Buen trabajo. Yo publico dentro de poco en historias con «K». Un placer leeros!! Abrazos!
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Gracias, Keren. Es un gusto que pases a leernos. Tú comentario es muy bueno y alentador, así dan ganas de seguir escribiendo.
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Reblogueó esto en Algún lugar en la imaginacióny comentado:
Este cuento me gusta, pero la verdad pudo haber quedado mucho mejor. Creo que su principal problema son ideas incompletas.
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